(Entrevista a la familia Ríos publicada en Revista INVOX el 14 de mayo de 2017)
Textos: Daniel Vega - Fotos: Daniel Vega y Archivo Familia Ríos.
El valle central de la provincia es
conocido desde siempre por la calidad de sus uvas para vino y para mesa. Nos
encontramos con una familia que lleva alrededor de 80 años elaborando vinos
caseros y adaptándose con éxito a los vaivenes del mercado. Tradición y
esfuerzo son los pilares que sostienen a estos productores con fe en el futuro.
La mañana es luminosa en Pituil. Los
rayos de sol del otoño golpean, suaves, sobre las piedras que forman las
paredes de la vieja bodega de la familia Ríos. Este edificio, que desde 1933 es uno de los orgullos de esta
zona que vivió épocas de justicias y otras de injusticias, ve silenciosamente
caminar entre sus piletas a la cuarta generación de hacedores de vino. Cristian
Ríos está de vuelta y volvió para quedarse.
Tal como hicieron su bisabuelo Manuel, su
abuelo Domingo y su padre César, este joven cumple con lo que le impone el
destino: elaborar vinos con las uvas que crecen sobre un suelo bendecido por
las bondades climáticas de la altura. Mientras toma forma el proyecto de
reconstruir la bodega para llevarla al lugar que ocupó en mejores tiempos, los
vinos de la familia Ríos maduran bajo el riguroso cuidado de Cristian y de su
padre.
El muchacho anduvo unos años por Mendoza
estudiando y formándose. Luego estudió en la Universidad de Chilecito
cuestiones relacionadas con el vino. Un día volvió a Pituil y le dio la gran
noticia a su papá: “Viejo, yo también voy a hacer vino”. César sintió en el
corazón esa extraña mezcla de alegría y de incertidumbre. Por un lado, que su
hijo retomara la actividad familiar le generaba un enorme placer y, por otro
lado, sabía que si bien elaborar vino no es en sí mismo una tarea difícil, lo
difícil es todo lo que viene después. Cuando el producto está listo y hay que
salir a hacerlo conocer.
No es solamente César quien dice que las
uvas que se dan en Pituil son las más perfectas y maravillosas de la provincia.
Cuando uno anda por otras zonas vitivinícolas riojanas y dice “Pituil”, hasta a
los competidores viñateros más fuertes se les ablanda el corazón y reconocen
que les encantaría contar con esa uva. “Además, la uva no te deja a pie nunca,
—dice con tranquilidad y mate en mano César— si uno cuida las plantas, todos
los años hay frutos. No pasa lo mismo con los olivos, por ejemplo, que un año
tienen buena producción y al siguiente no”.
Los Ríos armaron la bodega casera en el
mismo sitio donde viven y aquí es donde quien quiera acercarse a probar los
vinos deberá golpear las manos en el portón y será bien recibido. Por allí anda
Catherina, la compañera de Cristian, cargando en la panza a quien en pocos días
formará parte de la quinta generación.
INVOX: ¿De dónde surge el nombre Pukará
que le dieron a sus vinos?
Cristian Ríos: Pukará fue el nombre de la
bodega que levantó mi abuelo en la época de las grandes bodegas de Pituil y
hacían esos vinos maravillosos que a nadie se le olvidan. La marca del vino es
una especie de homenaje a esos hombres que le pusieron todo el esfuerzo a esta actividad en
tiempos tan difíciles. Hasta fines de los años 70 en todo este valle las
familias se dedicaban a la elaboración de vinos, todos excelentes vinos y bien
reconocidos por los consumidores. Luego, con los cambios en las leyes del
mercado, la industrialización creciente y las formas más modernas de consumo de
vinos, la actividad de las bodegas familiares y la elaboración de vinos caseros
entra en crisis. Pasaron muchos años y recién ahora se está comenzando revalorizar el vino casero. Hay
personas que solamente consumen vinos caseros. En parte porque conocen la
tradición de esta actividad y en otros casos porque es la posibilidad de
acercarse a productos diferentes que tienen un cuidado mayor dado que
elaboramos poca cantidad. Eso permite un contacto personal diario con el
producto. Lo tenemos en casa y lo cuidamos como a un integrante de la familia. Crece
y madura entre nosotros, es imposible que salga un mal vino.
IN: ¿La denominación de casero, atenta
contra el producto en el momento de comercializarlo?
C. R.: Es una cuestión de cantidad de
litros que se elaboran. Son exigencias del Instituto de Vitivinicultura que
establece normas lógicas puesto que a mayor cantidad de litros elaborados se
hace necesaria una mayor inversión en tecnología para mantener el producto en
condiciones. Existe una gran cantidad de consumidores que tiene una conexión
con los productos elaborados de manera artesanal y familiar, que saben además
que todos los años encontrarán el mismo producto y lo encargan con
anticipación. Nosotros tenemos público fijo que busca nuestros vinos porque
conoce nuestra forma de elaborarlos y nos conoce a nosotros personalmente. Ese
es el mejor aspecto de lo casero. No tenemos un “departamento de atención al
cliente”, ni “estrategias de marketing” ni “sala de degustación” . Aquí las cosas se resuelven mate de por
medio en la misma mesa donde probamos los vinos.
INVOX: ¿Cómo fue el proceso de adaptación
a los nuevos tiempos?
Cr. R.: Al formar parte de la Cooperativa
La Riojana, eso mismo nos va haciendo evolucionar. Hace algo más de quince años
entre el INTA y la Cooperativa organizaron unos cursos de replanteo de las uvas
para injertar y adaptar las antiguas plantas a los nuevos requerimientos de la
actividad. En este pueblo tenemos una buena predisposición a los cambios y
buscamos adaptarnos. Mi padre tiene una actitud que valoro que es la de
experimentar antes de hacer cambios definitivos. En una primera época
aconsejaban injertar con Syrah pero mi papá decidió hacer una pequeña prueba,
más adelante se comprobó que no había excelente adaptación de la cepa y pudimos
darnos cuenta de que la opción era otra. La cepa que mejor se adapta a esta
zona es la torrontés y por allí fuimos. Más adelante probamos con éxito el
Cabernet sobre viejas plantas de Cereza. Y así vamos experimentando y tratando de descubrir qué es lo
más conveniente.
INVOX: ¿Tienen asesoramiento de enólogos
y especialistas?
Cr. R.: Todos los elaboradores aquí contamos
con el personal y los recursos de la Cooperativa tanto para consultas como para
el acceso a insumos a mejores precios. El doctor Rodolfo Griguol, director de
la Cooperativa, es una persona siempre dispuesta a probar y a aconsejar. En
este pueblo hay algunas familias que hacemos vinos que luego vamos a comercializar,
pero por otro lado absolutamente todas las familias hacen su propio vino para
el consumo familiar. Entonces el tema del vino está presente todo el tiempo en
el pueblo y por suerte contamos con apoyo cada vez que lo necesitamos.
SUEÑOS DE JUVENTUD
Hace alrededor de cinco años, una mañana
también luminosa que César no olvidará nunca, Cristian llegó a casa y le dijo:
“Papá, yo también voy a hacer vino. Pero voy a hacer vino blanco”. Como
cualquier padre que ve a su hijo tomar un riesgo César se preocupó porque sabe
de las exigencias del mercado actual. La Rioja es conocida por la calidad de
los vinos torrontés y hasta los años 80 “todo el mundo” elaboraba vinos blancos
y también la mayoría de la gente tomaba vino blanco. Cuando surgieron los
varietales que hoy se conocen comercialmente el mercado impuso y propulsó el
consumo de los varietales tintos.
Fueron estrategias de marketing que tuvieron raíz en los consejos
médicos de que el vino tinto favorece el buen funcionamiento del corazón. Tanto
efecto tuvieron esas estrategias que actualmente muchas personas beben vinos
amparándose en esos conceptos. Pero la verdad siempre sale a la luz y hoy el
vino blanco vuelve a ocupar su lugar. El torrontés riojano recibió el título de
cepa absolutamente riojana aunque se cultive en otras provincias y también hace
bien a la salud. El joven Ríos se subió a ese barco y, si bien atiende a los
que siguen pidiendo varietales tintos, convirtió al torrontés el niño mimado de
la familia. “Es un joven que sabe
tomar riesgos y yo le admiro eso, —cuenta César con orgullo—. Yo lo acompaño y
lo apoyo porque reconozco que hace las cosas evaluando bien todos los aspectos.
El primer año que hizo vino fue una especie de experimentación que sirvió para
conocer los alcances de la uva y establecer las necesidades para el buen manejo
de la elaboración. El segundo año ya le salió un lindo vino. Y va creciendo
cada vez”.
INVOX: ¿Cuáles son los principales
aspectos del método que utilizan?
Cr. R.: Nosotros hacemos cosecha manual en
pequeñas cajones de diez kilos. En el mismo viñedo se eligen los racimos
dejando en la planta los que no consideramos en excelente estado. Los granos de
uva agujereados por los pájaros o por las abejas también son separados en el
mismo momento. Es decir que vienen a la mesa de trabajo únicamente los racimos
que pasan nuestro control de calidad. Luego hacemos un paso por la máquina de
despalillado y a continuación hacemos una nueva selección manual de la uva y
una separación de los restos que pueden haber quedado luego de la
despalilladora. Es decir que entran en la tolva moledora sólo los granos de uva
que hemos comprobado que están en buen estado. Luego, en general para los vinos
dulces utilizamos las levaduras indígenas porque hemos comprobado la calidad de
las mismas y lo bien que mantienen las características del torrontés. Para los
vinos secos utilizamos levaduras seleccionadas que resaltan las características
de cada varietal.
INVOX: Un trabajo arduo…
Cr. R.: Sí, pero es la única manera que
consideramos posible. Teniendo una excelente y cuidada materia prima, en este
caso la uva, es la forma en la que obtendremos un producto también excelente.
Hacemos poca cantidad de vino y no podemos correr riesgos. Hay personas que
esperan lo que elaboramos y no podemos fallarles, ni a ellos ni a nosotros
mismos. La mayoría de nuestros clientes son los habitués de la feria de
Chilecito y gente de la capital que tienen relación con Pituil.
INVOX: ¿Cómo hacen para sostener
económicamente los procesos de elaboración?
Cr. R.: En principio, mediante la
obtención de créditos disponibles para emprendedores del ministerio de
Industria hemos ido comprando, primero la despalilladora, luego la mesa, la
máquina tapadora, y así… Cuando llega el tiempo de la cosecha trabajamos todos,
desde la familia hasta los amigos que vienen de visita. A veces tenemos que
contratar dos o tres personas que nos ayuden. Según los recursos vamos viendo y
resolviendo. El fraccionamiento es manual y allí nos repartimos las tareas
según las habilidades de cada uno, para llenar, tapar y encapsular. Después
viene la etapa de mantener la finca y de seguir adaptando plantas a las
necesidades que surgen. Pero esto es como dice mi viejo: Uvas y tiempo. Buenas uvas, bien cuidadas y tiempo
compartido en familia para esperar que esa uva se transforme en buen vino.
PERFIL
-Cristian Ríos estudió Ingeniería en
Química en Mendoza y luego Ingeniería en Sistemas en la UNdeC.
-Se capacita anualmente en los cursos
organizados por la Cooperativa, la Universidad y el INTA.
-Proyecta reconstruir en los próximos
años la antigua bodega Pukará que fundaron sus antepasados.
-Semanas después de esta entrevista nació
Nuna Ríos, la hija de Cristian y Catherina, que debe su nombre a la voz quechua
que significa “alma”.
-Los Ríos elaboran Torrontés, Malbec,
Syrah y Cabernet, en sus versiones seco y dulce cada uno.