lunes, 4 de septiembre de 2017

Pinceles para mejorar el mundo


(Entrevista con Ayelén Argañaraz, publicada en Revista INVOX - La Rioja, 27 de enero de 2017)



Obtuvo el primer premio en el Salón Regional de Pintura 2016. Trabaja desde lo social apropiándose de las imágenes de la sección Policiales de los diarios. Aborda temas como el abuso policial, el femicidio o las denuncias por agresiones al medio ambiente. Mediante el recurso de la pegatina y con el soporte de paredes y de las calles en general, realiza una actividad que hace foco en el vínculo con los familiares de víctimas de la violencia.  

Texto y fotos: Daniel Vega.


Un conflictivo encuentro con la policía marcó un quiebre en su actividad artística. Desde aquella noche del 24 de marzo de 2012, en que fue abordada, presionada y maltratada por efectivos de la fuerza, hasta estos días de finales de 2016 en que su actividad como artista fue reconocida por sus pares como la mejor del año, la vida de Ayelén Argañaraz anduvo por rumbos que ella misma no  hubiera imaginado.  
Nació en Chilecito, hace algo más de 28 años, en una familia en la que siempre hubo debate sobre la realidad cotidiana. “Mi papá es periodista y por esa razón en casa siempre hubo lectura y análisis de los medios. Eso influyó mucho en que mis hermanos y yo nos inclináramos por actividades en las que la opinión, el compromiso con la sociedad en la que uno vive y el deseo de hacer algo para mejorarla están presentes sí o sí. Y por ese tipo de elecciones, a veces,  una se ve un poco expuesta y por lo tanto vulnerable”, relata cuando se le pregunta cómo hace para mantener la calma en momentos difíciles como el que le tocó vivir cuando se hacía la producción fotográfica para esta entrevista.



Este encuentro se había pactado a raíz del primer premio que Ayelén obtuvo en el Salón Regional de Pintura.  “Normalmente intervengo paredes que me parece que están feas por eso elegí esta”, dijo y comenzó a intervenir con el método de recorte y pegatina la pared de un garage en la calle 9 de julio al 100. La pared aún ostentaba una pintada partidaria de las últimas elecciones.  Luego de 45 minutos de intervención artística y conforme con su trabajo, Ayelén comenzaba a juntar sus materiales en la mochila cuando fue interpelada otra vez por la policía, que le exigió explicaciones sobre la pegatina, delante de periodistas y de compañeros de la secretaría de Cultura provincial presentes casualmente en la actividad. El episodio, en teoría, no fue más allá de una media hora de pedido de explicaciones sobre quién era, qué hacía y del consejo que le dio el comisario a cargo del operativo: “Te sugiero que pidas autorización para hacer cosas como estas y que siempre tengas el documento para que no tengamos que invitarte a que nos acompañes a la comisaría”.
El comisario anotó los datos que estaban registrados en el DNI de la artista y la dejó ir. El cartel que Ayelén había pegado sobre la pared del garage decía: “Qué pena que no entiendas la Democracia”.

_¿Cómo surge en vos la necesidad de hablar sobre la violencia en tus intervenciones?
—Fue luego de haber vivido en carne propia —y a partir de ese momento haber entendido— lo que viven las víctimas.  Es terrible sentirse vulnerable en manos de alguien que tiene poder. Una tiene el deseo de desmayarse antes que seguir soportando el maltrato y viviendo la incertidumbre de no saber en qué puede terminar todo.  Esa noche de 2012 yo había ido al kiosco a dos cuadras de mi casa a comprar un vino porque en pocos minutos comenzaba mi cumpleaños y quería celebrarlo. Cuando regresaba me detuvieron en la calle, me maltrataron, tiraron las cosas que llevaba en la mochila, se burlaron de mí y me trataron como a alguien sospechoso de haber hecho “algo malo”. La imagen que ves en la pegatina que acabo de hacer es una recreación fotográfica de ese momento.  Ahí es cuando empiezo a sentir la necesidad de hablar de la violencia, o mejor dicho, del efecto que ésta tiene en las víctimas. No solamente de la violencia institucional sino también la familiar, la laboral y toda clase de situación en la que una persona se ve vulnerada en su integridad de persona por parte otra persona que cree tener poder sobre ella.

—¿Crees que ese episodio fue algo al azar?
—No lo creo. Yo había participado en las movilizaciones defendiendo el Famatina de la actividad minera en Chilecito y por lo que me decían los policías mientras me amedrentaban entendí que ellos sabían bien a quién estaban maltratando.



El día después
Veinticuatro horas después de ese hecho Ayelén lanzó su Proyecto Artístico Antirrepresivo para el que elaboró una declaración, que circula en las redes sociales, en la que detalla punto por punto lo ocurrido. Lo que siguió fue una búsqueda interna por expresar a través del arte ese conjunto de sensaciones.  Las noticias que aparecen en los medios sobre personas que sufren algún tipo de violencia son cosas frente a  las que ella ya no puede quedarse callada.
Históricamente la pegatina constituyó un elemento de comunicación pública utilizado principalmente por personas que no pueden expresarse a través de un medio periodístico. No es casual que Ayelén Argañaraz adoptara este método que, además de instantáneo, reviste una estética emparentada en el imaginario colectivo con la voz de los que no tienen voz. Tal vez esto mismo hizo que el agente que pasó por la vereda del garage de la calle 9 de julio reparara en lo que estaba viendo. “Si hubieras estado pintado flores, no pasaba nada”, le dijo.

—¿Qué significó para vos este premio en el Salón Regional de Pintura?
—Lo vivo con una inmensa alegría. Sobre todo porque es el resultado de una serie de decisiones que fui tomando en estos meses. Era la primera vez que no hacía pintura mural sino que estaba interviniendo un cuadro en formato grande. Y lo primero fue convencerme a mi misma de que esta decisión podía funcionar. Después empecé a ver si presentaba el papel sólo, si lo enmarcaba, cómo hacer para que la obra no perdiera ese formato de pegatina. Es decir, que no perdiera ese lenguaje de la calle en el que siento que me expreso claramente. Desde principios de año fui armando diferentes pruebas y bocetos. Cuando sentí  con seguridad que estaba en el camino que quería, comencé el avance de producción y me presenté en el Salón. Fue algo que disfruté muchísimo y haber llegado a esta instancia me confirma que lo quería expresar está ahí de una manera auténtica. Uno quiere comunicar algo y lo tiene claro en el cuerpo pero lo difícil es trasladar eso a la acción sin que haya contradicciones. Creo que esa es una de las tareas más complejas de la actividad artística, a la que se va llegando en todas las etapas de formación. A mí me pasó que en el Polivalente de Arte aprendí a trabajar la pintura mural en forma colectiva y a expresarme en grupo aún llevando a cabo proyectos personales. Luego viene una etapa de trabajo con artistas, una de ellas en el Espacio de Arte La Casa, donde pude concretar y llevar a la práctica acciones que tenía en la cabeza. Y en la Universidad pude ordenarme e identificar que todas esas acciones que yo venía realizando en forma espontánea —o impulsivamente porque lo necesitaba yo y también respondía a las necesidades de otra gente— tenían una línea que las conectaba. A esta última parte del proyecto donde puntualmente estoy haciendo pintura pude darle cuerpo con la clínica de Arte del artista plástico Guille Córdoba. Allí pude entender qué quería hacer con los medios de comunicación y la pintura. Uno tiene clara la acción y para poder comunicarla hay todo un trabajo de análisis, de escritura, de propuestas, de diálogo con otras personas hasta que uno se convence de que lo que se propone puede funcionar.
El apoyo de mi familia es muy importante. Concretamente con la obra para el Salón de Pintura, fue un trabajo en un equipo. En mi casa cuando alguno tiene que resolver algo, bueno o malo, todos estamos dispuestos a colaborar. Que la familia de uno sea la primera contención  a mí me hace sentir muy segura. Y también es lo que te permite pasar por todas las etapas de la creación y de las cuestiones a las que eso te puede llevar dentro de la sociedad.



PERFIL

-Ayelén Argañaraz realizó sus estudios secundarios en el Centro Polivalente de Arte, de la ciudad de Chilecito, entre 2000 y 2005.
-Tomó parte en las movilizaciones en defensa del Famatina entre 2011 y 2012 haciendo pintura mural. Hoy el tema forma parte de sus pegatinas en reclamo por la criminalización de la protesta.
-Actualmente estudia Licenciatura en Artes Plásticas en la UNLAR
-Forma parte del Espacio de Arte La Casa, de la ciudad de La Rioja, donde además dicta talleres.
-En noviembre de 2016 obtiene el primer premio en el Salón Regional de Pintura que organiza la Secretaría de Cultura de la ciudad de La Rioja y que anualmente convoca a artistas del NOA.






 

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