martes, 5 de septiembre de 2017

Humita a la olla y fiesta de guardar

(Entrevista con  Brígida Hortensia Nieto, publicada en Revista Invox, La Rioja, el 26 de marzo de 2017)





En Los Molinos, departamento de Castro Barros, fuimos a buscar a una de las
mujeres que más sabe sobre sabores autóctonos. Participamos de la preparación, y
pudimos saborear, un plato típico riojano hecho de la manera tradicional. Además
conocimos a una cocinera de buen humor y alma generosa.


Texto y fotos: Daniel Vega

Hay dos cosas que le gustan mucho a doña Bica Nieto. Una es que la gente elogie las
plantes que adornan el patio que ella cuida con gran esmero. Y otra, disfrutar del
fresco, que en ese patio, le permite cocinar, recibir visitas y ver quién pasa por la
calle. Lo primero que hace cuando llega alguien a su patio es preparar el mate y
ofrecerlo dulce y caliente. Es como si con cada mate expresara el deseo de que el
otro se sienta a gusto. Imposible resistirse a los mates y a los consejos de doña
Bica. En el transcurso del evento que vamos a vivir, pasarán por el patio desde
vecinos, hijos, nietos hasta turistas interesados en lo que se está cocinando en esta
casa de Los Molinos. Los hijos de esta mujer, que en octubre cumplirá 70 años,
colaboran acercándole ingredientes y utensilios. Ricardo acercó los choclos y los
zapallos, Vicente atiza el fuego, Eli alcanza otro termo con agua caliente. Los otros
tres no están hoy, pero durante la tarde llaman por teléfono o mandan sms. Todos
están pendientes de “Mami” como la llaman cariñosamente.
El encuentro, además de recordar cómo era la Semana Santa en tiempos mozos de
doña Bica, tiene previsto la preparación de humitas a la olla. “Pero como se hacían
antes —dice poniéndose seria—, ahora hay mucha procesadora y mucho freezer y
la verdad es que facilita las cosas, pero antes cuando se preparaba la humita era un
acontecimiento que llevaba tiempo y permitía que la familia se junte, porque todos
teníamos que ayudar”.






Las tradiciones de Semana Santa son diferentes según la zona de la provincia. En la
Costa Riojana casi todo se centra en las celebraciones que se hacen en el predio del
Señor de la Peña. Allí se oficia misa todos los viernes de la Cuaresma y durante los
días previos a la Pascua la mayoría de los habitantes se acercan hasta el lugar
distante unos 15 km de la rotonda de Anillaco para encontrarse, rezar y celebrar.
Dice doña Bica que desde siempre en su casa preparaban humita en chala para
llevar y compartir. Muchos iban y volvían en el día, otros se quedaban desde jueves
hasta el domingo. Para los que no iban por falta de caballos o de transporte se
preparaba la humita a la olla.

INVOX: ¿Cómo era su vida cuando era niña?
BC: Yo era muy peleadora. (Risas). Hablando en serio yo soy la mayor de todos mis
hermanos, pero soy la que parece más joven que todos los demás. (Risas otra vez).
Mire yo nací aquí en Los Molinos, en la última casa de allá arriba, después me casé y aunque mi marido era de Anillaco lo convencí para que se viniera él para aquí. Yo
de aquí no me voy. Cuando era niña esto era hermoso. No es que ahora no lo sea,
pero en esa época todo era más familiar y más lindo. Son épocas y también está
bueno adaptarse a los cambios. ¿Para qué se va a resistir uno?

INVOX: ¿Cómo se celebraba la Semana Santa cuarenta o cincuenta años atrás?

BC: En mi casa los viernes santo nos íbamos al Señor de la Peña. Yo tenía siempre
gran ilusión de que llegue el día de ir. ¡Llevábamos humitas, caballa, sardina y la
pasábamos de lindo! Muchas personas se iban desde el jueves a velar al Señor.
Cada casa y cada pueblo tiene su tradición ¿vio? Por ejemplo entre mis familiares
compartíamos los platos que preparábamos. Usted dice que en otros pueblos se
compartía entre vecinos. Pero aquí eso no ocurría. Sería que como todos nos
íbamos a pasar allá ese era el momento de la comunión con todo el pueblo y con
todos los pueblos de la Costa y de Aimogasta que son la mayoría de los
concurrentes al Señor de la Peña. Aunque, por cierto, viene gente de todos lados.

INVOX: ¿Hoy sigue siendo parecido?

BN: Bueno, parecido es. Pero no es lo mismo. Debe ser que el tiempo trae otras
cosas. Hace años todo era más tranquilo. Mucha gente siempre, pero menos
celulares (Risas). Antes parecía que la gente creía más, ahora creo que es más por
costumbre que se repiten las celebraciones. A mí me gusta que las familias se
junten en momentos en que deben juntarse y se conserven en la memoria las
tradiciones. Antes se respetaba el viernes santo, se guardaba silencio lo más
posible, se iba a velar al Señor, recién el sábado por la tarde se volvía a lo habitual.
Los tiempos cambian ¿no?




Todo a pulmón
Doña Brígida Hortensia Nieto y Don Eduardo Antonio Mercado criaron seis hijos a
fuerza de trabajo. Él era mecánico y técnico relojero, ella enfermera. “Mi padre era
un sabio, no sólo sabía de lo suyo sino que era un hombre que leía mucho y
siempre tenía una solución para todo”, cuenta Ricardo, uno de los hijos del medio.
Cuando en Los Molinos sólo había dos vehículos en todo el pueblo, Bica salía a la
ruta a hacer dedo para llegar a su trabajo en los centros de salud de Aimogasta y de
Anillaco. A la madrugada, llevando a veces al hijo más chico con ella, cumplía con el
deber y emprendía la caminata. Algunas veces no conseguía quien la llevara y se
tenía que volver hasta Anjullón, desde donde había más posibilidades de
transporte. Sus pies conocen de tierra y de asfalto, sus hombros de abrigos
pesados en invierno. Ella pudo con las inclemencias del tiempo, con el frío helado
de las madrugadas invernales y el sol intenso del verano que no da tregua. La vida
la compensó con la tranquilidad que siente hoy por haber sido una buena madre,
una buena esposa y una mujer justa, con ella, con sus hijos y con quienes la
rodearon antes y ahora. Algunas cosas han cambiado poco: todavía no hay en la
Costa Riojana un servicio de transporte público que permita que los pobladores se
muevan de un pueblo a otro o puedan viajar a la capital por trámites o cuestiones
de salud. Algún remise o alguna combi cumplen esa función de manera limitada.
Los Mercado tienen hoy la suerte de contar con su vehículo propio y las hijas de
doña Bica en contadas ocasiones pretenden incentivarla para que salga a caminar con la idea de conservar la salud. Pero ella las mira con una expresión que parece
decirles: “¡Con todo lo que he caminado yo en la vida!”.

INVOX: ¿Cómo hizo para criar a sus hijos en tiempos tan duros?

BN: Han sido siempre buenos chicos. Los más traviesos eran la Negra y Toño, los
más grandes. Eran terribles, desarmaban todo lo que encontraban, se metían con la
electricidad, no tenían descanso esos chicos. Los otros han sido más tranquilos.
Alicia y Vicente, los más chicos, han seguido mis pasos y trabajan en centros de
salud aquí en la Costa. Han sido buenos chicos y son buenas personas adultas. Me
colaboran cada uno en lo suyo y ahora que estoy más grande me cuidan mucho.

INVOX: ¿Cuántos años trabajó en Salud?
BN: He trabajado en total 37 años entre los tres lugares —también en el centro de
salud de Los Molinos— y ahora me encargo de la casa nomás. ¿Pero a usted le
parece la vergüenza de jubilación que cobramos con tantos años de aportes? Yo
creo que cobran más muchos que nunca han aportado que alguien con casi 40 años
de trabajo. A veces así de injusta es la vida.

INVOX: ¿Se sigue encargando de la cocina porque le gusta?
BN: Me gusta y disfruto de hacerlo. A veces utilizo los implementos modernos que
se usan en estos días, pero a mi me gustan las preparaciones cómo se hacían antes.
Y cocinar en el fuego. Los tiempos de preparación son otros y eso se traslada al
sabor. Usted va a probar algo hecho a las apuradas y algo hecho con los métodos
tradicionales y seguramente lo segundo va a ser más rico. Además utilizar las
manos genera otra relación con los alimentos. Bueno, ya está lista la humita. Venga,
sople y pruebe.



Los recipientes ya empiezan a humear y tanto los turistas que se acercaron como
los hijos presentes de doña Bica comienzan a degustar esta exquisitez típica
riojana. Después del primer bocado todos van haciendo gestos de aprobación con
la cabeza o mostrando el pulgar. Ninguno puede hablar porque corre riesgo de
quemarse. Doña Bica recarga las porciones y sonríe ante los gestos de los
repentinos comensales. Ya aparece una botella de vino para acompañar, el pan
casero y todos se sientan a disfrutar.

INVOX: ¿Cuál de sus hijos es el que da el visto bueno?
BN: Cualquiera que ande por ahí. Cuando yo veo que está lista la humita, tomo un
poco con la cuchara y estiro la mano. El que la agarra primero prueba. ¿Le sirvo un
poquito más?

INVOX: No, no. Ya está bien, muchas gracias.
BN: Pero sírvase un poco más, hombre. ¡Si va a pagar lo mismo por uno que por
dos platos! Ah! ¡Y no se me vaya a ir sin tomarle una foto a las plantas, mire lo
lindas que están!



Humita a la olla, por doña Bica
Encender el fuego y hacer una salsa con cebolla, tomate y morrón. Sal a gusto y un
puñadito de azúcar para que no quede ácido. Si le quiere poner otros condimentos
puede hacerlo, algunos le ponen laurel o comino. Doña Bica aconseja que no y dice
que el morrón es lo que le da sabor.
Mientras que se va haciendo la salsa, —así se deshace bien la cebolla—, rallar o
moler en el mortero de piedra 20 choclos. Después rallar un buen trozo de zapallo
criollo. El que tiene color bien amarillo. Probar un trocito para verificar que es
dulzón. Mezclar la preparación en una batea, hacer un hueco en el centro y echar
allí la salsa bien cocinada y comenzar a mezclar para que se integre. Allí se puede
aprovechar para dejar una parte para armar humita en chala que luego será
cocinada durante una hora. El resto de la preparación es necesario volcarla a la olla
continuar cocinándo hasta que el maíz esté bien cocido y blandito. Colocar en un
plato o recipiente unos trocitos de queso cremoso y arriba la preparación caliente
directo de la olla.


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